Desde mi obra.., mirando al Greco
Todos somos
lo que somos, gracias a aquellos que nos
han precedido.
He tenido dos maestros decisivos en mi trayectoria
artística: El primero, mi propio padre, Leopoldo Morán. Me enseñó a pintar lo que veía. Éste me llevo al segundo, “El
Greco”, que me enseñó a pintar lo que no se ve.
Mi padre me enseñó el oficio con su ejemplo, a ser honesto,
respetuoso y perseverante con este noble arte de la Pintura.
Desde que fui capaz de sostener un lápiz en mis manos me
puso como modelos, numerosas obras del Greco, y a los doce años conocí las
mieles del éxito participando en un
concurso nacional de pintura y dibujo en Toledo, donde obtuve los dos primeros
premios, de dibujo (San Juan Evangelista/ lápiz)y pintura (San
Ildefonso/Ceras). Esto fue decisivo, para posteriormente no dejar nunca de
trabajar y dedicarme en serio a la pintura.
Desde entonces no dejé de visitar periódicamente el Museo
para estudiar su técnica, el color, la luz….Pues en aquella época de aprendizaje
también tuve la suerte de tener bastantes encargos de copias de los cuadros más
conocidos.
Fue en los años 80 cuando decidí preparar una exposición itinerante
por varias ciudades españolas, con formatos grandes, rindiendo homenaje al gran
maestro.
En los siguientes años, el reto fue el contrario. Desaprender del Greco, para ser yo
mismo. Algo imposible e inútil, pues ahora lo veo como un enriquecimiento
excepcional, y salvando las distancias y con toda humildad hacia el Genio, si
mi obra tiene algo del Greco sería el mejor de los honores. Pues cada día
reafirmo más mi afinidad, sobre todo al descubrir hace pocos meses, en una
visita al Museo, totalmente renovado, con las obras restauradas y limpias,
volví a emocionarme, y como ya me había imaginado,… al pintor clásico, más colorista y más personal de todos los
tiempos.
Hoy me
pregunto y reflexiono, qué queda de lo aprendido del greco en mi obra…?
Tomando al azar una obra como esta, una de las más
representativas, de mis tierras y paisajes,
Veo cosas aprendidas del “Maestro”:
Túnicas y ropajes que dan forma las tierras, con ritmos que rozan la musicalidad.
Formas que no ascienden en vertical, pero sí se expanden con energía en
horizontal.
Enfrentamientos de color transgresores, pero armónicos y elegantes que
generan vida.
Frescura, a flor de piel, como
si se hubiera pintado, sólo un segundo antes de mirarlo.
Pero como en toda verdadera obra de arte siempre tiene que haber algo
más detrás de lo que se ve,…, magia, pasión, valentía, libertad, espontaneidad,
reflexión. Y para mi, algo imprescindible en cualquier obra de arte:
Pensamiento y sentimiento,…… esto es “El Greco”.
Gracias por haber existido.
José Morán Vázquez.